martes, 4 de enero de 2011

LA SED DE LA TIERRA

Little Robin, Photography, C Type
prepararse para la lluvia. Concentrarse en las nubes grises que están suspendidas sobre la sedienta tierra.
Cuantas veces no hemos renegado de los días de lluvia como si fuesen un mal trago para pasar, rápido y sin registrro?
Sobre todo en las ciudades, donde no se ven las grietas que produce la sequía en la piel de la tierra.
Entonces las ciudades evitarían el agua salvo para lavar sus calles, regar sus plantas, que son escasas.
El campo nos tiene a merced. Todavía impone a los seres humanos la supremacía de la naturaleza, el límite de lo no controlable.
Cuando el agua falta el pasto es simple hebra pajosa, seca, que prende fácilmente y se incendia.
Para nosotros, la lluvia puede ser una molestia, o un momento romantico. Para la naturaleza toda, es parte del ciclo vital, que cuando se altera, produce siempre consecuencias en todos los que formamos parte de él.
Aun los seres humanos.
Nuestros antepasados convocaban a los dioses para hacer llover, y hasta tocaban tambores y realizaban rituales que consideraban atraían a las lluvias.
Así, cuando éstas respondían accediendo a los pedidos, eran vividas como una fiesta.
Con esta intercomunicación entre las comunidades y su entorno, la vida en otros sistemas de sociedad, menos desarrollados, la lluvia es protagonista privilegiada y como tal, se la agradece.
Todo lo que se aprende a valorar de chico como imprescindible para la vida, es motivo de agradecimiento y contribuye al sentimiento de humildad del ser humano para con leyes naturales que lo superan enormemente.
Un día de lluvia, es así, un día festivo, un motivo para agradecer.
Dispongamonos a calmar la sed de la tierra.

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