Bailan, caen en una coreografía que va relajando todos mis músculos. El día de lluvia puede ser hoy o hace mil años. Aquí en el campo, en medio del aguacero y el follaje, puedo imaginarme aparecer un pitecantropus erectus, o cualquier otro ser.
Es más, ADAN y EVA se esconden en el hueco de algún árbol añoso, ella con su largo cabello rubio, él melena y rostro de niño. Así mi imaginación ha unido imágenes bíblicas con películas y este paisaje que es único y es todos los días de lluvia de este mundo.
No hay nada que decir, ni que agregar. La lluvia es indubitable. Su presencia calma pasiones, ánimos, y hace buscar a cada ser su escondrijo.
¿Qué saldrá luego cuando termine su riego riguroso? ¿cuando deje de demostrar que es reina y señora con su coro y su ritmo que todo lo impregna?
La tormenta de hoy, al igual que todas las hermosas tormentas, me hacen sentir que puedo no estar y seguirá habiendo días iguales a éste, y totalmente únicos.. Soy una simple espectadora, algo mojada, de este mágico evento natural. Para mi, nada lo es.