miércoles, 29 de diciembre de 2010

La sonrisa de GERVASIO. CUENTO

PAUL KLEE


El se acercaba a mí, con sus cortos pasitos acompasados. Esa manera tan suya de aparecer, de pronto,  en medio de la marea indefinida de gente que transita, sin mirarse, sin mirar… esta ciudad con epoc,
 La urbe resuma gotas de sudor en este verano porteño  impiadoso.
El, no obstante, parece no inmutarse por el apuro circundante. Es más, debo confesar que, mirándolo bien,  observo su halo rodeándolo todo, como si fuese un dibujito de los comics,  protegido así del mundo, de sus embates.
 Lo que más me atrae de él es su sonrisa.  Su expresión está virgen de cualquier  presente posible, imaginado. Más bien diría que todo en ella esta tejido  de hilos de recuerdo.  
Eso la transforma en una sonrisa casi pura, sin deseo. Si no fuese porque indudablemente hay un cierto algo  de beatitud, la vincularía más a una mueca.
Pero no, allí esta él cada vez más cerca, pero sin llegar a verme, a pesar de mis gestos para llamar su atención.
Su aureola lo rodea de tal forma que no me ve. Ya estoy habituada a su mayestática indiferencia.
Veo además el piolín de ese invisible globo rojo, autor del milagro de su levitación.
Mi amigo camina imperceptiblemente unos centímetros por arriba del suelo, sin rozarlo…camina pero sin caminar, como decirlo...levita.
De esa manera, evita el contacto con las huellas de mi madre, que siempre va dejando caer su veneno pestilente y corrosivo, sobre todo en aquellos que yo mas amo.
Gervasio es el único que está  preservado de la destrucción, gracias a estos dones, que no se los debe a nadie mas que a Dios y a mí, que lo soplo cada vez que parece esfumarse por falta de atención.
Supongo que ahora que te estoy contando todo esto,   me vas a decir que son todas necedades, locuras, y seguramente tendrás razón.
Es una visión, es mi secreto y hasta hoy no lo compartí con nadie, y menos con mi psiquiatra, porque no quiero esas pastillas horribles que me vacían la cabeza y lo ahuyentan a Gervasio, como si todo lo malo de este mundo muerto y trashumando olor a podrido estuviese en él, que es todo sonrisa, todo lo que tengo. Es más, cuando se va él, me voy yo.

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