viernes, 7 de marzo de 2014

ANTONELLA Y LA VERDAD. Elegir.

Sóla, a merced del impulso de tantas personas cómo había expulsado de su vida, Antonella ahora sentía que era otra persona.
Ahora tenía una familia numerosa, con un padre y cinco hermanos. Con un montón de sobrinos.
No estaba más sola en el mundo cómo se había sentido los últimos años junto a su madre.
Ahora había cuatro sobrinos que decían su nombre. Ocho manitos blandita a quien asir.
Y todas recuperadas por un golpe de gracia. El mismo que cerrara tras de sí la puerta de la casa de su madre.
Es cierto que su madre no le había prohibido o impedido comunicarse con ellos antes.
En realidad Antonella siempre fue tan complaciente!!!!
Quizás no tuvo lazo con ellos por satisfacer a su madre. O no, tal vez tenerla a ella para sí sola y no compartirla era hasta hace poco su mayor tesoro.
La alternativa confusa estaba siempre allí. Corroyendo su cabeza.
De pronto eso cambió.
Se sintión con las puertas abiertas de su jaula. Una jaula construida por sus palabras calladas y guardadas en la garganta, lágrima a lágrima. Suspiros. Tristezas de niña pequeña, que se dormían con el rezo de su abuela, a la que tampoco vió más hasta que, de repente….
Antonella estaba abrumada por el fin de su niñez y la sensacion de no saber que se hace luego.
¿Todo era a pura perdida? Todo a contramano, a contrapelo?
Su madre la había impulsado a cosas que no le gustaban, que no le salían. La vida que su madre le mostró le resultó dura, triste, imposible.
Ella no era fuerte como su MarisaNi ni siquiera buena, como ella la veía. Solo quería sentirse más acompañada, menos exigida. Mas normal.
¿que era ser normal? Daría cualquier cosa por saberlo.
Recordaba las largas tardes cortando el pasto infinito de la casa que habían logrado salvar de las ceudas con su madre.
Momentos horribles, interminables.
Odiaba a su madre por obligarla a hacer esa tarea.
Luego la revista. Ese instrumento que su madre inventó para que hubiese un ingreso mayor, luego que las persecusiones de su padre contra su madre minara bastante el trabajo de esta en un pequeño pueblo donde reina el rumor y la maledicencia hace su agosto.
Los últimos años les había costado pagar lo que debían. Y su madre no iba a consentir tolerar un hombre que la ayudase a su lado por debilidad.
Y el amor para Antonlla era un mito. Un imposible
Nunca había tenido novio. No confiaba en los hombres.
Su madre, en cambio, sí había confiado. Y seguía confiando, por lo visto. No entendía los intentos de su madre de dormir al lado de un hombre. Ella no necesitaba eso.
No era el tipo de mujer. Claro que no.
Fuerte, tenaz, su madre siempre caía y volvía a resurgir como el ave fénix. Por más embates que recibiese ella se volvía a levantar.
Antonella siempre la había admirado.
Desde ese cuerpo que aún hoy le resultaba tan seductor, bien formado, como no tocado casi por el paso de los años, hasta su carácter, indomable, y frágil a la vez, Marisa era una mujer extraña. Objeto de grandes amores e igualmente grandes odios. Antonella lo había presenciado.
Con el tiempo había visto lo imposible sucecer. Personas que no querían a su madre terminaban admitiendo haberse equivocado con ella. Pedirle disculpas a la señora.
¿Terminaría ella, Anto, siendo una más de la corte de redimidos que solía pulular en derredor de esa mujer que era su madre?
¿que ho haría esta mujer por su hija sino perdonarla?
Ella también se animaría a traicionarla. A ver caída y alejada a esa loca que podía contra tantos rencores y odios.
Su madre la perdonaría. Estaba segura. Algo en ella le daba la certeza de que más adelante su madre perdonaría y entendería. Ella parecía poder entenderlo todo.
La traición, el odio, y casi hasta el amor….
Pero hoy no.
Ya basta de vender publicidad para ganar unos pesos que hacían falta. No más cortar el pasto.
Ella sabía administrar el dinero, y la belleza, y la amistad de la gente.
No se fiaba. No creía en la bondad de la gente, como su madre.
No como su madre que parecía condenada a una lucha perpetua por mantenerse fiel a sí misma, y contra todos los que alguna vez la quisieron….
Mientras estas cosas pasaban por su cabeza con letras móviles y pícaras, su paso se independizaba y casi volaba.
Caminanba camino al colectivo, y un coche frenó tan cerca….
Casi la pisa. Casi.
No pasó nada. Pero fueron millones de segundos en que sintió el miedo de no ser.
Respiró hondo. Volvió a mirar hacia el norte. Y un aroma a pasto verde le entró a producir una ensoñación. La música de los beatles sonaba en la disquería vieja de la otra cuadra.
Y de pronto sintió una lágrima caer por su mejilla. Luego, un torrente incontenible. Parapetada en un duro rincón de cierta vereda no tuvo otro deseo que el de estar cortando el pasto de su casa, al sol del verano de cuando aún no anochecía y la música en sus mp3.
Volver.

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