sábado, 1 de enero de 2011

ESE RARO PRIVILEGIO DE PENSAR. ENSAYO


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ARTURO CALTABIANO

A veces me encuentro con una persona que hace cosas diferentes a las que piensa: esa persona soy yo.

Y cuando trato de aunar criterios conmigo misma veo que la mayoría de las veces actúo repitiendo lo que me servía hasta hace poco, pero ya no...
Sin darme cuenta de que no pienso en lo que estoy haciendo, sino que simplemente actúo repitiendo, por hábito, como araña que teje y teje sin medir contratiempos ni reparo, hasta que me golpeo con algún obstáculo insalvable, dentro de mis formas cotidianas de manejarme.
Entonces, recién allí, en este espacio que parece nacido de la novedad a la que me enfrenta la dificultad, cuando aparece el cambio de situación, es cuando debo ponerme A PENSAR. 
Pensar es un acto que se produce siempre en un marco dialógico, y situacional. 
No hay pensamiento sin diálogo, sin el estímulo de otro pensamiento. El pensamiento es estimulador por confirmador o por disidente. 
Lo llamativo es que éste diálogo, del cual hablo, y puede darse en una misma persona consigo, donde el conflicto es interno, entre aspectos antagónicos que ella misma desconoce. 
Puede reconstruirse este diálogo a través de la psicoterapia. 
Ahora bien, este pensamiento del que comencé hablando, el que debo realizar para actualizar mi comportamiento acorde a las necesidades actuales, es un pensamiento que además, posee la característica fundamental de la conciencia, y de la atención. 
No todo pensamiento es consciente, ni requiere de nuestra atención. Como dijimos antes, muchas veces somos el campo de batalla de diálogos que tienen lugar en nuestra mente, sin siquiera saberlo desde lo consciente,  mas que por el malestar que sentimos. 
A todo lo expuesto, hay que agregar que al pensamiento como preparación hay que agregarle todo lo vinculado a la puesta en práctica de dicho pensamiento, o sea, al acto. 
Pensamiento y acto a veces son procesos diferentes, y hasta incongruentes. Otras, son dos pasos de un proceso. 
El pensamiento precede y prepara el acto. Puede inclusive desecharlo de antemano, abortarlo, si no resistiese la mínima prueba de eficacia. A veces en esta etapa mueren muchos proyectos sin lograr llegar a tener oportunidad de lograr éxito, en situaciones en que somos demasiado críticos o exigentes, y no nos damos la posibilidad de poner a prueba nuestra idea. 
Si lo pensamos, este es el lugar privilegiado para entrenar el cambio en nuestra conducta. El lugar donde puedo preparar y entrenar, y confirmar los éxitos, aprendiendo a no repetir los errores.
Por todo esto que estamos viendo, el pensamiento es un acto vinculante, ya que desde el vamos está construido en función a un otro. Las palabras son vinculantes.
El pensamiento, así, no solo implica un mecanismo de razonamiento lógico, sino que además conlleva una consideración ética. La que hace a la congruencia entre lo pensado y lo actuado. 

LA IMPORTANCIA DEL DERECHO. 
Debido a este vasto campo que se abre entre los pesamientos y normas y las conductas, es que surge la justicia como contralor de los límites dentro de los cuales puede ser aceptable una conducta dentro de una sociedad determinada. 
En el reino de la naturaleza la justicia no existe. Dado que reina la cristalización de los instintos, y su adapación al medio o habitat. 
Y aquí cabría introducir el concepto de conducta inteligente, a esta unión de pensamiento y acción, que resuelve exitosamente el obstáculo. 
La inteligencia es el pensamiento en acción, que es capaz de predecir las consecuencias a corto, mediano y largo plazo, de su proceder. Y actuar de acuerdo a ello. 
Esto me lleva a recordar una charla mantenida con una colega en el marco de un taller para prevenir el embarazo adolescente y el sida, en una escuela. 
Se había explicado a los chicos con lujo de detalles, todo lo que se podían encontrar en una situación sexual, y que medidas debían tener en cuenta, para disfrutar de una experiencia con seguridad. 
Ambas nos sorprendimos de que los chicos ....sabían todas las respuestas. No era allí el problema. 
Ellos tenían todos los pensamientos a su disposición. De lo que no disponían, para decirlo de una manera clara, era del CODIGO DE PROCEDIMIENTOS. 
Y sobre todo, no habían entrenado la conducta fundamental para la toma de decisión : decir NO. Y mantener una conducta acorde.
Frenar un impulso. Eso es lo mas difícil. 
Volviendo a lo arriba expuesto, uno puede pensar, ir agregando nuevos pensamientos e información a las que ya poseemos, pero si ésta no se pone a prueba con el núcleo de nuestras convicciones mas íntimas, de nuestros presupuestos básicos, de nuestros prejuicios, que son quienes, sin darnos cuenta, nos dominan las mas de las veces, estos pensamientos no pasarán de meras ideas abortadas en el momento de la decisión, ya que ésta, a la hora de la consciencia, está prácticamente tomada.
La respuesta a una situación no depende de un pensamiento consciente, sino de toda una estructura previa de conductas aprendidas y mantenidas en el tiempo. El pensamiento nuevo debe tirar todos estos muros, si quiere lograr un cambio en nosotros, pero para ello, debe conocer bien los muros. 

ENTONCES COMO ES QUE UNO DECIDE EN LA VIDA COTIDIANA?
La vida es una combinatoria de impulsos y de acción, que debe ser mediada por el pensamiento, quien debe dar su aprobación. 
Hasta ahí todo bien. 
Pero las más de las veces, repetimos hábitos, sin pensar lo que hacemos. 
Nuestra vida cotidiana está mucho mas gobernada por los habitos que por los actos inteligentes.
Por eso es que un cambio de conducta nos resulta algo muy complicado de llevar a cabo. Pero no imposible.
Debemos reprogramar. 
Primero, para conocer los muros tras los cuales se guarecen nuestros viejos y arraigados hábitos, sería bueno observar nuestra conducta, sin juzgarla, como lo haríamos con alguien que recién conocemos. 
Lograríamos ver entonces que la motiva, que cosas nos mueven a actuar, mas allá de lo que luego decimos como justificación.
Allí empieza el trabajo de reprogramar. Habra que replantearse viejos criterios, muchos de ellos ni siquiera propios, sino heredados. 
Y luego, practicar. 
"-Se enseña con el ejemplo", decía un refrán de antaño. Y sigue siendo válido. 
Nuestros hijos miran lo que hacemos antes que escuchar lo que decimos. La imitación es ante todo visual. 
Luego agrega información auditiva si es necesaria. 
Pero si es incongruente,  si lo que yo le digo a mi hijo que está mal lo hago a diario delante de él sin importarme nada, entonces esa norma no tendrá ninguna validez para él. 
O yo finalmente pasaré a ser tomado como poco seria por él.


LA AUTOMATIZACIÓN DE LAS NORMAS EN LAS SOCIEDAD. 
 Vivimos diariamente desarrollando conductas automáticas. Donde no ejercitamos el dispositivo de la toma de decisión. 
Decimos a nuestros hijos que deben ser respetuosos pero nosotros mismos no lo somos muchas veces. Ni aún con ellos mismos. 
Hablamos de tolerancia y ante la evidencia de un conflicto donde tambalea nuestra vida cotidiana, y nuestras pequeñas seguridades burguesas, allí sale a relucir el enorme miedo que tenemos A PENSAR. 
Tememos ese cambio que conlleva el pensamiento inteligente, consecuente consigo mismo y que se hace cargo de la consecuencia que prevee.
 Sabemos que una vez derribado el muro del prejuicio o la inercia de la costumbre, solo queda la soledad de la acción. Y eso asusta. 
  ¿Como se hace para usar la cabeza para uno y por uno, sin que nadie nos corrija con una nota lo que pensamos, y animarnos a llevarlo a cabo, sin tener en cuenta ante todo, y por sobre todo, lo que piensan los demás?
Sobre todo, porque ese "los demás" no existe. Es un constructo social, un imaginario social que parte de lo familiar, hasta llegar a lo que se espera de uno según dicen las encuestas, o nuestros grupos de referencia.
Es común desde la niñez atribuir al exterior, al afuera, los errores, las falencias. 
No poder preveer todo, como sería nuestro deseo, es visto como un error, cuando en realidad, mas bien parece el mero deseo de omnicontrol, un pecado de omnipotencia. 
¿Quien puede decir hoy en día cuando se deberian producir los terremotos, o los tsunamis?
¿Y cuando un accidente debido al error de mentes humanas, cosa tan habitual, produce muertes, de gente que llamamos por ello, inocente... que tiene que ver con esto la justicia?
Es indudable que estamos, en todo momento, expuestos a la muerte, al dolor, al sufrimiento, como lo estamos a la alegría y al placer, al asombro. 
Es la omnipotencia propia de nuestro pensamiento, el mismo que le otorga a DIOS la potestad del juicio y del castigo por nuestros actos, y ahora delega, masivamente, muchas veces, a la sociedad, o a los políticos, 
 o a los gobiernos, como si fuesen supremas entelequias, la solución de estos fenómenos que nos sobrepasan, porque nos exponen ante la  evidencia de nuestra constante condición de vulnerabilidad.
Son escasos los momentos en los que nos involucramos como pudiendo ser parte del problema y de la solución.  
El placer de lorar poder estar en condiciones de pensar, despejando preconceptos, sentimientos de culpa añejos y ajenos, de sometimientos, y permitirnos actuar de acuerdo a nuestros propios criterios y valores, produce una sensación única e incríble, además de un crecimiento espiritual considerable.  
Quizás en pocos momentos disfrutemos de esta experiencia, pero cada vez que tengamos la oportunidad de ejercitarla, no la abortemos. 
En contadas oportunidades he logrado sentirme íntegra luego de haber tomado una desción propia. pero cada vez que puedo llegar a este estado de pensar y actuar en consecuencia, de manera libre e independiente de ese pasado que me condicionaba sin yo saberlo,  siento en enorme orgullo de ser persona.


















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