lunes, 3 de enero de 2011

Los límites que delimitan lugares de crecimiento y goce.


Parece ser que, a veces, no se trata tanto de estimular brindando espacios para que un ser humano produzca lo mejor de sí, sino poniendo obstáculos.
Es que existen distintas formas de reaccionar a los estímulos del medio.
Hay personas para las que cualquier elemento de la vida los lleva a accionar, a desarrollar su creatividad. No obstante, no es lo más común.
Si uno se detiene un poco en la vida de los científicos y de los artistas, o sea, de los "SALTEADORES DE OBSTACULOS" por excelencia, se encuentra, en la mayoría de los casos, con personas que se han visto desafiadas por  destinos adversos.
La adversidad ha sido un estímulo invalorable para provocar al ser humano en su capacidad de superarse a si mismo.
Alfred Adler, el médico que comenzó junto con Freud los primeros pasos de la PSIOLOGÍA INDIVIDUAL, veía en ello un motivo o condición fundamental: En 1912 se publicó "El carácter neurótico”. En este trabajo Adler establece la "psicología individual" como teoría de la unidad del individuo que tiende a metas finales de carácter inconsciente. En esta obra desarrolla el tema de la compensación infantil al sentimiento percibido de inferioridad mediante distintas estrategias hacia una meta final (de superioridad).
Allí vemos como la condición de crecimiento y superación estaba dada por lo que podría considerarse una limitación inicial significativa.
No solo Adler encuentra que el desafío es un mecanismo fundamental para provocar el cambio de conductas, y liberar, de esa manera, los gérmenes de la reproducción humana: la eternidad proporcionada por el arte y las cincias.
Esto también me trae a reflexionar el cuento de JORGE LUIS BORGES que se titula "el inmortal", en el que el escritor expresa genialmente la hipótesis del  quietismo y la anulación del ser, dados por la exitencia de la eternidad como posible. 
También encontramos, en el campo de la literatura, escritores que solo lograban ponerse a trabajar cuando eran llevados al límite de morir de hambre, de poner en riesgo su supervivencia, o de ir presos, como el caso de  Fédor M. Dostoievski.
 Es conocida su adicción al juego compulsivo, que tan bien describe en una de sus obras: EL JUGADOR.
El sabe de eso muy bien ya que cuando quedaba sin un cospel, y lleno de deudas, solo allí se sentaba a laborar con las palabras...
Todos límites a lo ilimitado vivido como angustioso y paralizante.
En la juventud es bastante común observar un fenómeno de estas características.
Algunos jóvenes recién definen su forma de inserción en el mundo cuando toman contacto con los límites que les pone la realidad.
Es de hoy claro ejemplo que las mejoras económico sociales en los paises desarrollados, en lugar de haber estimulado la formación de familias de jóvenes con mas preparación como padres, ha generado, por el contrario, generaciones de hombres y mujeres que viven al día, un rol de hijos sin adscribir el de padres, y prolongando así su dependencia a veces económica y social, y a veces simplemente de vida independiente.
De hecho, es mucho mas común observar uniones jóvenes con hijos entre las clases mas pobres, donde la única posibilidad de cambio social es encontrada en el cambio de rol de hijo a padre, y de hija a madre. 
Todo esto pone de manifiesto esta función que parece tener EL LIMITE, y como representante privilegiado, LA MUERTE como posibilidad factible, en el desarrollo de la capacidad creativa..
Después de todo, somos seres animales solo en parte, y nuestra otra parte no se satisface con una prolongacion de la vida biológica.
 Es necesaria la creación como superación de la muerte.
 Tomada ésta en su sentido simbólico, en general, y en algunos casos, como en el tan mentado de los campos de concentración, y la vida en ellos, la vida real, la SUPERVIVENCIA.
Para vivir, la muerte  como posible, proporciona el límite que da a la vida su sabor de urgencia.
 No olvidemos que los seres humanos somos binarios, entendemos por oposiciones. Por tanto sin la muerte, como concepto, no hay vida. 

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