miércoles, 19 de enero de 2011

SON AMORES... a mi hija LUCÍA, en el día de su cumpleaños.


de Marta Giralt, el Domingo, 09 de mayo de 2010 a las 22:15
Muchas veces he sentido desaliento. Y fue porque me preguntaba donde estaba mi error. Si estaba dando lo mejor de mi, y no lograba que eso fuese bueno, ni para mi ni para mis seres queridos.
No fue facil, y la verdad es que allí empecé a aprender que nadie ni nada asegura que las cosas salgan fáciles, aún cuando uno dé lo mejor de uno.
Tiene que haber algo más, y, a veces, eso no se da.
A veces, hay que poner y esperar. Si seguimos poniendo para asegurarnos el resultado esperado, terminamos estropeando la cosecha.
Es así que si ponemos demasiado interés, demasiado cuidado, no dejamos el lugar necesario para el rol del otro. Y todo vínculo es recíproco. Sino es un vínculo adicto.
Al igual que en una siembra común, de semillas, el hombre propone, pone semillas y espera el tiempo necesario. El resto está un poco siempre a merced de imponderables.
Saber cuanto tiempo llevará que salga la plantita, es algo que muchas veces desconocemos. Y si esperamos de acuerdo a nuestras espectativas, por allí exigiríamos a un niño nacer a los seis meses, por la impaciencia de concerlo. Y sin embargo, el período intrauterino es de nueve meses. Eso lo hemos aprendido.
Las mujeres hemos aprendido a esperar el tiempo del nacimiento. a marcar nuestras tareas bajo los ciclos de nuestra biología. Somos seres signados por los ciclos.
Los hombres, en cambio, son seres signados por las costumbres. Su esperanza confía en la espera femenina única con una certidumbre constante y periódica.
La primer función femenina es la de alumbrar la espera. Luego los hombres festejan la cosecha.
Cuento todo esto porque ha sido el fruto de mucho tiempo de dolor y soledad, el esperar a destiempo resultados que no se podían dar antes de lo posible, y menos acelerándolos con excesos. Por más que diese más amor, no iba a encontrar mas respeto, porque el unico amor es el justo y necesario.
Lo demás es sumisión.
Cuando me di cuenta de eso entendí porque no había logrado la reciprocidad esperada. Porque la reciprocidad es producto de un encuentro de dos. Y yo pretendía sola producir, de acuerdo a mis necesidades, o intereses, cosas que no dependían SOLO de mí.
Si alguien no quiere escucharte, no lo podés obligar. Si no quieren acompañarte, es imposible imponerlo. LAS COSAS HUMANAS QUE ACOTAN LA SOLEDAD, SON FRUTO DE LA ESPONTANEIDAD.
Y NADA QUE HAGAMOS PARA ACELERAR SUS EFECTOS PUEDEN PRODUCIR MÁS QUE MALA COSECHA.
Esto es lo que he aprendido. No existen malos amores. Existen amores narcisitas, e impacientes, amores inmaduros, y, a veces, lo que no existen, son amores.

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