No está mal la verguenza que siento cuando he lastimado o prejuzgado.
No está mal el dolor de reflexionar si me ayuda a usar esa sensibilidad para modificar mi conducta, y oponerme a la estupidez de la insensibilidad.
No está mal la ira cuando es frente a hechos evitables, y a los cuales, oponiéndome a tiempo, y con firmeza, puedo colaborar a que no vuelvan a suceder.
Eso es parte de las emociones humanas.
No hay emociones malas. Conocimimiento, humildad y aceptación, son el
remedio para usarlas sabiamente.
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