jueves, 31 de enero de 2013

CACHITO

Era una persona muy susceptible. Si se le decía 
-"buenos días"
contestaba 
-"para vos, que no no te duele la espalda..." y otras delicadezas por el estilo. Mal genio, lengua rápida. 
Una canción de la época, CACHITO, con la voz del genial NAT KING COLE, la rebautizó. Y de allí en más, así la llamaron a la terrible mujercita. 
Su ira era proverbial, y ante cada enojo sus gritos atravesaban como saetas la cuadra, y así todos los vecinos de Belgrano residencial, cercano al actual BARRIO CHINO, sabían que ella estaba de vuelta. Habría que padecerla unos días, hasta su partida.
Pero al mismo tiempo que su horrible carácter, tenía una actitud tan generosa, que los vecinos disfrutaban de sus actos de altruismo y hacían oídos sordos a sus contestaciones destempladas.
Siempre había un pan dulce para el guardia de la esquina del la cuadra. No había que pensar de donde saldría el dinero para pagar la muleta de doña Nélida. Y era sabido por todos, aún cuando nadie lo decía, conservando ese tácito secreto que se suele tener para con los buenos gestos, que le colegio de la niña más pobre del barrio, que casí vivía en la calle, era pagado por ella. La niña iba a un colegio privado y era una excelente alumna.
Cachito había traído a José Comesaña, el carpintero, tan apreciado por todos, de su país natal, España.
Ante los padecimientos económicos de José y su familia, en épocas de crisis en la madre patria, Cachito, tan generosa cómo urticante su lengua, ¡lo había traído desde España escondido en la enfermería del barco!!!!!!!!
De polizonte, en el buque donde ella era enfermera. Escondido en la bodega del buque LIBERTAD, de la empresa ELMA.
Allí trabajaba ella desde que Evita abrió las puertas al trabajo femenino en el puerto, lugar machista a ultranza.
Había que tener el carácter de esta vasca para poner a raya a los hombres de mar. Ella al fin logró ser alguien en un ambiente que no fuera la tierra firme. El barco era su reino.
De allí en más, Cachito fue peronista.
Querer a Alicia era difícil. Ella le tenía pánico a los afectos. Se encerraba en una coraza que la protegía de dolores del pasado, que, de esta manera, no curaban nunca. Ser una niña abandonada es algo difícil de olvidar. Ella nunca pudo.
En el barrio, un belgrano tranquilo, con atardeceres de sillones en las veredas y charlas entre los vecinos, Cachito era una intrusa.
Nunca participó de esos momentos mágicos y tranquilos, donde la vida se vive cómo si nada malo pudiera suceder
. Supongo que ella se sentía ajena, extraña. Era un tanto dramática, y propensa al miedo, y a calmar sus pesadillas con un trago de alcohol.
Ella contribuía con los regalos y las colectas, en silencio, a la distancia.
Imagino que su generosidad quizás no era inocente. Hacerse un lugar, cuándo nunca se lo tuvo en la propia familia, debe haber sido su objetivo constante. Ella pagaba por un lugar. Como si el mundo fuese un gran hotel, o quizás, más apropiado a su historia, un conventiilo donde todo es transitorio, y la solidaridad es el bien mas preciado.
Y de su sentido de la solidaridad nos beneficiamos todos.
Lo único que lamento hoy, a la distancia, es que ella haya actuado bajo la presión de la necesidad y la culpa. Pero supongo que el placer de dar lo que nunca recibió debe haberla motivado a seguir.
Cada persona encierra un misterio. Cachito era misteriosa.
No se le conocía hombre. Mantenía la casa de su única hija, y a una sarta de niños que esperaban su regreso de cada viaje. Ella lo avisaba por carta con la descripción detallada de los regalos para cada uno de sus nietos.
Sí, muy dentro suyo, Alicia todos los días se echaba en cara su mal genio, y su falta de dotes, que la llevaban a ser rechazada.
En la última tormenta de esas bravas, que azotan sin tregua, salió con su valija viajera. Y nunca volvió.
No más gritos, no mas respuestas groseras.
El guarda de la garita aún está recordando su pan dulce, su whisky de inglés, y alguna que otra gentileza.
Lo misterioso es que nadie en el barrio preguntó más por ella.
El silencio es cómplice de las deudas pendientes.
Esa navidad fue una más, en apariencia.
Tranquila, con su luna llena y los consabidos bichitos de luz. En las casas arbolitos y copiosas cenas.
Una niña, anhelante, delante de la ventana, esperaba a su abuela.

Para mi abuela, ALICIA. de su nieta. MARTA GIRALT

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