martes, 25 de diciembre de 2012

EL BOLSILLO DEL RIDÍCULO

Le tenía miedo al loco que había en él, 
al ridículo que se asomaba del bolsillo del saco, como un pañuelo rojo...
se asustaba cuando su enojo era tan grande que la cara se le ardia y no le importaba ni siquiera quedar expuesto a los ojos de su amada...
Todos los días disciplinaba sus ganas de curarse para siempre, y no sentir miedo, ni angustia, y ser feliz, 
No sabía bien qué era eso de ser feliz,
pero seguro iba a ser MAS ADELANTE, NO AHORA, CUANDO TODO ES A FUEGO Y SOL.
Pasó el tiempo, y pudo empezar a dejar aflojar las riendas de sus caderas.
dejó de leerse los libros hasta el final, corriendo carreras sobre las letras encabritadas, que ya galopaban y se reían de su apuro sin sentido.
las letras se adueñaron de su vida.
Ya se cansó de seguirlas y las empezó a domar en el teclado, dirigiendo ahora su propia orquesta de frases locas y avaras.
El amor tenía un lecho donde descansar del pubis húmedo de las tardes y del cabello sobre sus hombros a la hora de la siesta ...Ella era rubia, a veces. Otras morena. Siempre hembra, indómita, lejana.
A veces las letras volvían a rebelarse, y allí surgía una bella perla, de la cual se sentía orgulloso.
Pero no era lo habitual.
Cuando se doman las fieras del miedo, cierta paz se apoltrona sobre las asentaderas de la vida, y el rubor, la vergüenza, y hasta el amor
se toman un tiempo distinto.
Tiempo que ya no es el acalorado sudor de las sábanas del estío, sino mas bien el paso de sus pies sobre la acera, a veces de prisa, casi siempre...
Solo la ira parece no envejecer nunca. Señora grande, se alimenta de chocolate pero aún así, se halla en celo.
-Oh, Dios, cuidar la ira¡, se decía ahora, muy serio,
porque de ella hay que alimentar el hastío. 

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