miércoles, 21 de septiembre de 2011

LA LUCHA CONTRA EL MIEDO

Los chicos están con los ojos abiertos, a lo que esperamos de ellos. Pero también a lo que hacemos nosotros para lograr lo que queremos. 
Les pedimos que no se droguen, pero perdemos los límites a diario delante de ellos, de diversas formas aceptadas socialmente. Y buscamos la calma con objetos y exutorios que se alejan bastante del diálogo y la comunicación interhumana. 
JEAN MICHEL BASQUIAT
Aprender a comunicarse, esa es la cuestión.
Doy un ejemplo de como interpreta un niño pequeño. 
Un niño que estaba haciendo su adaptación en el jardín de infantes, no lograba poder separarse de su madre ya que lloraba desconsolado. Y esto se repetía una y otra vez.
Cuando se habló con la madre, surgió de la historia de ésta que había PERDIDO UN NIÑO. 
Allí pudimos deducir de donde salía el temor del niño, que lloraba desconsolado ante cada despedida: si su madre había perdido a su hermanito, podía perderlo a él también. 
Esta forma de interpretar la realidad es a modo de que se entienda lo compleja que es la comunicación humana.
De toda maneras, entre padres e hijos no hay una sola frase que marca y determina la relación. Hay un entramado, una estructura comunicancional que la representa.
Veo chicos a los que no se les acepta como son, no se los ve, se les exigen cosas imposibles.
Esto es indudablemente agresivo. Los chicos son como son. Y podemos orientar en el sentido de sus capacidades, pero no en el del cumplimiento de nuestras espectativas puestas a plomo sobre ellos.
No somos dueños del futuro. Somos responsables del presente. 
Los chicos no son de arcilla. Se tornan maleables a costa de abandonar su personalidad, su propio autoconocimiento. 
Exigir sometimiento es cercenar el futuro de un niño. Aprender a comunicarse con un niño desde el lugar de la autoridad, que no es la del poder sin fallas, sino justamente la de estar capacitado para aceptar cuando se ha cometido un error y tener la prontitud de emendarlo, es la tarea esencial. Y la mas compleja.
Se reaprende cada vez, ya que no hay dos niños iguales. 
Pero ese niño, con esas peculiaridades, será único. Ni mejor ni peor a los otros de su edad. Diferente, y con los mismos derechos. 
Solamente entendiendo esto podermos lograr que haya menos violencia, menos miedo.


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