viernes, 23 de septiembre de 2011

FLAVIA O EL AMOR MUERTO

FLAVIA O EL AMOR MUERTO

ARTEMISIA GENTILESCHI
Era el celular que sonaba.
Y esa música de los simuladores, que era típica de ella y de los sonidos que la acompañaban, que no dejaban de intentar.
Estela no encontraba el dichoso aparato.
“-Son tan chicas hoy en día estas cosas. De estas pequeñeces dependemos ahora los seres humanos…”
Hablaba sola mientras buscaba como en el juego del
-“frio frío…ahora tibio…. ¡se quemó¡¡¡¡¡
Si, lo había encontrado.
 Pero como sucede siempre,… tarde. Ya se había cortado. Justo para que ella sintiese que era la misma estúpida incapaz de contestar en el momento adecuado, cuando su amor más la necesitaba…
Seguía Estela con este diálogo mental que ya habitaba como un vecino molesto pero conocido su cabeza.
Es más, cuando no aparecía lo llegaba a extrañar.
 Otras ideas nuevas le resultaban intolerables. Como por ejemplo, la de pensar por una vez en dejar de sentirse mal por todo, y simplemente dejarse estar, así, en ella, en un diálogo silencioso con la plancha en la mano, mirando el  atardecer… sin nada más que hacer o decir.
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La muerte
El olor de las flores ya era excesivo. Molesto. Hacía sentir que todo estaba concluido, y había que cerrar el cajón, y guardar las lágrimas para otro momento, de la soledad en casa.
Estela sintió de repente que se le aflojaban las piernas. Y  no vio mas nada.
El día siguiente
La casa estaba silenciosa de una manera estridente.
 Solo sabe de estas estridencias quien ha perdido a un ser querido y no se resigna a la ausencia de sus tonos, sus pasos en el pasillo, su forma de decir
“Telly…¡¡¡¡ Dale que ya llegué. Vamos, venís que sé que estas despierta.¡¡¡¡¡
La cara de una persona después de llorar durante días y horas sin parar más que para recuperar líquido, se torna en un edema informe, rojo, donde los ojos desaparecen atrás de una masa de carne macilenta, triste, increíblemente caliente…
Estela trataba de hacer de cuenta de que todo había vuelto a la normalidad, sin ella.
Una normalidad de no esperar, de no preocuparse,  de no sentir el corazón salirse por la boca.
Y mientras iba recogiendo pequeños detalles de la vida en común,  sonó el celular…
-¡Que aparato de mierda¡. Ni muerta la deja en paz a una. No entiendo que mierda pasa que no saben respetar a una en algún momento…
-hola….¡¡¡¡
-Señora ESTELA FORNIERI?
¿Quien habla?
Mire, soy amigo de Flavia. En realidad acabo de volver de un viaje, y como no tuve novedad de Flavia, volví a casa y encontré el  número de su celular. Yo solo quería hablar unos minutos con ella.
-Perdón, quien es Ud.?
-Estela, yo supongo que Ud. ya debe haber sospechado algo. Flavia trató muchas veces de contarle de nosotros, pero no se animaba. Pero seguro que Ud. Que es como una madre para ella debe haberlo sospechado.
- Sospechar que? ¿Que tengo que sospechar? Yo no soy su madre, señor.
 Si la conoció a Flavia debiera saberlo más que nadie. Hacía años que Flavia no se hablaba con su madre, desde que se pelearon y la echó de su casa.
-Algo me contó. Si. Se algo de esos aspectos de la vida de FLAVIA.
-Bueno, entonces sea concreto, y diga quien es Ud. Y porque cuernos tiene su numero de celular....
Estela rompió a llorar. No le salía aún decir que FLAVIA no estaba ya. Que había muerto.
Se le calló el celular al suelo. Una fuerza que no era su mano lo arrojó  lejos, rompiendo el aparato.
No sirvió más.
En vano intentó Estela rescatar algo del chip, sacar datos de ese aparato tan muerto como su dueña.
-¡Que increíble¡¡¡¡¿ Como puedo ser tan torpe?. Ese hombre me quería decir algo, yo no sé porque se me cayó esta mierda, me dio bronca, odio. No sé.
No es fácil el amor, porque no muere con la muerte.
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Luego de las pericias no  se había hallado nada que pudiese aportar datos acerca del culpable de la muerte de FLAVIA SERRANO.
La mujer había salido de la casa de su amante, se habían despedido en la puerta, y no vio la cara de una mujer que, no m muy lejos los estaba vigilando, auscultando con sus tentáculos de celos.
El disparo fue certero. No hubo sufrimiento.
“-Murió al instante”, dijeron los médicos.
La asesina despechada tomó el arma y con el calor del deber cumplido, se dirigió al río donde  se deshizo de los restos de la venganza.
Luego se dirigió al bar donde se juntaban en los primeros tiempos de sus amores, con FLAVIA.
Pidió pasar al baño, ese baño donde comenzó todo, el deseo prohibido, el calor, el amor, el adiós mudo. Los engaños de FLAVIA, sus mentiras lacerantes…
Allí se miró la cara.
-“Ya terminó todo”, Ya no la amaba.
Estela se dirigió lentamente,  con tranquilidad a su casa.
Solo quedaba vivo el celular de FLAVIA. Ella se lo había quitado antes de que saliese a en encontrarse con él, el hombre que le quiso arrebatar lo que más amaba. 

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