Costumbre de traicionar que tenemos los que escribimos.
Después de haber dejado a mi cuerpo volar sobre las finas hebras de tu piel.
Te expulso de mi vida, y te inmovilizo en lo que escribo.
Solo yo puedo saber el vacío de no tener tu cuerpo a mi lado, y tu respiración en la noche, único sonido que disfrutaba durante horas, anticipándome a tu ausencia, entrenando la brevedad de tenerte.
Elegí no perdurar en tu cuerpo, no quiero guarecerme en una ilusión.
Recuerdo de repente que hace solo una semana estaba buscandote para dormir en tus brazos, luego de creer que dos cuerpos se pueden convertir en un tizón encendido.
Se que puede parecer pueril, y por eso no lo cuento, me lo reservo, lo disfruto como quien paladea un caramelo en la boca, sin pensarlo, lentamente, sin dolor, sin nada mas que las imágenes y el sudor, el calor y los contactos.
Sé con mi saber de persona sobria que "nunca es siempre", y que sentir fue una segundo, que yo sigo multiplicando como panes y peces.
Invito a las calientes lágrimas a que me ayuden a exorcisar las alas de la nostalgia, pero mientras te retengo con mis palabras largas y blondas, ellas se resisten, se niegan a regar papel, letra, imagenes vanas...
Amor que no sos ya mas que recuerdo, que no estás mas que en mí ahora, y brego por no dejarte escapar a pesar del dolor, porque tu ausencia me aniquila algo mío que te di. Te asesiné en mí premeditadamente, sabiendo era la única manera de tenerte, sin lamentarlo.
En mis palabras te traiciono, te robo un trozo de imagen, un estertor, sensaciones que se lleva cada letra, cada voz.
Pero no sé no traicionar. Solo puedo amar con mis dedos en tu cuerpo y luego abandonarlo para copiar lo que registraron en el cuerpo de lo escrito.
Sé que el amor no se desilvana, no se dehace en la nada. Eso me ayuda a dejarte partir.
Pero no por eso duele menos lo que te di, el aroma de tu piel, que ya se esfuma, y solo queda una idea, loca, sin razón siquiera para que le de lugar.
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