EL PLACER

MAS ALLÁ DEL PLACER - SADE

La experiencia de la plenitud es inconfundible.

 De ninguna manera se podría hablar de ella cuando uno se siente que ha saciado por demás sus apetitos en algún aspecto.

Me consta que para calibrar mis sensaciones debo tener suficiente claridad de su pureza y autenticidad. 

Como buena catadora, sé de los inconvenientes de probar demasiados elixires a la vez.

Cada placer exige una ausencia.  

Esto lleva invariablemente a la pérdida de la sensibilidad del  paladar para apreciar el aroma de cada zumo como éste se lo merece. 

Esta situación  es trasladable a cualquier otra  donde, ante el solo hecho de abusar de estímulos,llegamos a confundir el placer con la tristeza. 

Llega un momento que todo lo que al principio era cualidad termina resultando cantidad y hastío.

Sin embargo, nuestra naturaleza nos lleva sin cesar a repetir la emoción hasta agotarla, a abrevar el placer hasta tornar en displacer su falta.

Hay un espacio, una cierta franja, para describir este fenómeno mental de alguna manera, en el cual sentimos el placer pero también deseamos la presencia del mismo. 

¡Como podría ser esto?

¿Como pretender convocar a quien está presente, con presencia? 

Es totalmente contradictorio pedir la presencia de algo que aún no se ha ausentado. No existe "mas presencia". 

Esta es la trampa.

Cada vez que algo nos atrae, y nuestros sentidos se embelezan con su satisfacción, se halla agazapado el sentimiento de la melancolía, que es hija de toda ausencia. 

Busca padre en cada momento seductor, en cada sensación de plenitud.

Y lo encuentra. O al menos, confunde con esta falsa vinculación a nuestra mente, que ya se deja deslizar por el tobogán que conduce a la tristeza. 

Entonces, allí, agazapada, y pronta a adoptar su nueva cría, se halla la desmesura en la explanada. 

Lo que era plano de placer y armonía es ahora territorio de dolor y pena.

Riesgos éstos de confundir el vacío del alma,  con el borde de placer, donde su extinción es solo eso, una promesa.