jueves, 24 de febrero de 2011

LA TORRE DE LA SULTANA


El edificio rojo erguido y solo, de soledades moras.  
Aún no sabía si se trataba de una leyenda.
 De uno de los tantos cuentos que se contaran de ella, la Sultana. 
Sabía de la bravura de su madre, AIXA, que dudarlo. 
La escalera oscura subía hasta lo alto del almenar.
 No podía suponerse el escalón que seguía sin tantearlo previamente con el pié.
 Así, mientras con sus pies se adentraba en lo incierto, tarareaba sin saberlo su voz una tonada granadina que lo internaba en romanzas.   
 No retrocedió. No era propio de su educación nazarí rehuir un encuentro anunciado.
Hijo del Sultán y de la Sultana.  
No creo que haya pensado en lo que iba a encontrar, simplemente, subió, como se salta a un bote para salir de un naufragio.  
Obedeció las instrucciones de la carta escrita en una femenina letra de pluma en los restos de un papel que se apropió el amarillo tiempo. 
Las palabras eran, no obstante claras.
"Allí, en lo mas alto de la torre, donde estuvimos ambos encerrados ese tiempo, encontrarás la respuesta".
"Doña Isabel de Solís, Tu madre."
Boabdil no pensaba ya que esa carta era de la enemiga eterna.
Tampoco se arredraba ante los secretos que pertenecían a su hermano, ya muerto.  
Ni le inmutaba el estado de abandono del lugar, tiempo de idiomas extraños para el alma mora. 
Solo ascendía. 
Por entre las celosías de la ventana entreabierta, una luna medio mora medio casta, aún dormía. 
Arriba entre celeste seda y museli rosada, ropas femeninas ligeras y mundanas,y el laud abandonado al silencio cristiano, brillaba imperturbable el  collar que el rey Muley Hacen le pusiera al hacerla suya, a ella, ya Mora, SORAYA.
Y al lado, desafiante aún, y  más brillante,  la cimitarra de AIXA que la hiriera,y le diera muerte, 
 allí en la ALHAMBRA.    


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