miércoles, 9 de noviembre de 2011

MIRAME Y NO ME TOQUES...


"Se mira y no se toca". 
Asi me parecía que era la vida cuando chica. 
Desde el living lleno de muebles que mamá cuidaba como sus "niños mimados", hasta las estatuillas de porcelana, todo era para mirar, lo cual no estaba mal.
No me niego a mirar las cosas, sobre todo si son lindas, interesantes, estimulantes.
El tema era que no se podía tocar, ir mas allá de ese conocimiento visual tan atractivo.  
-"No toques mis perfumes franceses, son caros...Los podés romper.Vos sos chica y no entendés."
Lo terrible era lo peligrosa que me sentía, con esa peculiar capacidad de destruir cosas con solo moverme, por el simple hecho de querer usarlas, ser así un poquito "como mi mamá..."
"No me toques..., mirame". 
Siempre me pareció que a mi mamá no se la podía tocar. 
Y el día que finalmente lo hice, aún tengo la sensacion de su frágil cuerpo en mis brazos.
Pero esa es otra historia.
Eso supongo que tuvo que ver con tantas enfermedades en mi piel, en mis pies, en todo mi cuerpo, que me aquejaron por años, hasta que el contacto físico no fué sinónimo de  un peligro inminente.
"Tocame y amame", fue la frase que aprendí después¡
¡Esa era la frase que me faltaba y yo tanto buscaba¡
Antes  de ello desfilaron los ataques de pánico, el temor a la muerte, y otros tantos efectos de ese  peculiar don mío de tocar y destruir.
El rey Midas trocaba lo que tocaba en oro. Y ese fue el castigo a su codicia.
Yo me veía castigada con el aislamiento ante mi deseo de ser amada. 
TODO LO QUE TOCAS LO DESTRUIRÁS...NO TOQUES, SOLO MIRA.
Ese cuento, del cual pude salir,hoy es un cuento porque de los cuentos se sale a la realidad,cuando se puede articular el hilo de ARIADNA que nos ayuda a encontrar el fin del miedo. 
Comparto esta historia porque he notado que es muy familiar para mucha gente que conozco, que vive aún en su vida inmersa en un cuento de terror del cual no encuentran la salida ni la frase adecuada para dar comienzo a su propia realidad. 
 Muchas familias hay, como la de mi cuento,  donde el contacto es vivido  como peligroso. Donde los objetos son cuidados mas que las personas.
JUDITH LEYSTER
Y observando todo eso me doy cuenta de que solo una palabra puede darle un nombre a lo que yo sentía: tristeza.

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