viernes, 18 de febrero de 2011

PADRE INCIERTO


De chica ella presentía que algo debía callar. Como no sabía que era, por lo pronto empezó por quedar muda.
Muda de palabras, y de canciones, muda de besos y de intenciones.
Cerradas las puertas de su cabeza a la curiosidad ligera, Eugenia miraba con grandes ojos ajenos, y ella misma era la respuesta a toda pregunta.
Tan rara, rubia entre morenos, alta entre gentes de tranco corto.
Era alegre en su mundo de altitud y silencio.
Sonidos huecos de acallar encuentros.
¡"Padre incierto¡"...oyó una vez, de boca de un viejo.
Y no mas que eso.
Donde fuera Eugenia, llevaba consigo al misterio.
Mister Eri o...? O don Francisco, el señor que todos conocieron como amigo de la familia.
Un buen día hubo éste desaparecido, luego de la madrugada con olor a pólvora y espliego.
De ahí en más, Eugenia volvió a sentir en su garganta calentar la voz.
Un borbotón de sonidos largamente soterrados sonaron con el fuelle de su pecho.
Y palabras de lo que antes solo eran escamas de tonos opacos, nacieron y salieron sin perdonar al miedo.

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