miércoles, 18 de mayo de 2011

CIERTA TRISTEZA

Cierta tristeza me invade, no lo niego. Yo sabía que su amor era espuma y y ruigido de mar.
Pero no pude con su aroma varonil y el alma mía sufríó una vez mas esa hermosa herida del amor.
No fue, no pudo ser. No soy quien fui ayer. 
Esos ojos hechiceros no lograron hacerme perder el rumbo de mi alma serena.
Ya puedo respirar a fondo que mi pecho está en paz. 
Es cierto que mi puerta abrí y que lugar di para el encuentro posible. 
Y también que cuando vi el lado oscuro de su alma, si siniestra actitud de alma seca y amarga, mi puerta se cerró.
Cuanto dolor en ese instante en que detrás de la puerta estaba yo, parapetada con mi amor aún latiendo, casi muriendo en mis manos.
No es miedo, ni defensa, es valor. 
Yo aspiro a un amor que no sea un ventarrón inconsistente, sino un suave aroma a cielo.
Los años de mi cuerpo los porto con la hidalguía de quien ha sabido lograr cada zurco, cada huella, cada herida.
Para mi cada huella de mi pasado es una medalla de triunfo, un trofeo de vida.
No cambio mis heridas por belleza y juventud. 
De esa he tendio y mucha, en su momento.
Ahora es mi hora de ser la dueña de mi armonía, de mi ser, de la utopía. 
Cierta tristeza no obstante, no niego que me embarga, cuando recuerdo el calor que sentí al escuchar sus palabras. 

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