domingo, 20 de marzo de 2011

LA SOLUCIÓN


FRACISCO GOYA 

Cuando pude finalmente solucionar el problema que ponía en riesgo mi casa, surgieron los demonios de la ira y de delirio, que me llevaron nuevamente cautiva por el camino cenagoso de la venganza, de la justicia, de búsqueda de explicaciones que no cesan de faltar.
La alegría del día no lograba nada frente a la voracidad de mis alteración interior. 
Era como si miles de ratones se adueñaran de mis entrañas, y debiera defenderme de todos los problemas que se me planteaban a velocidad mayor que la de la luz y cualquier año luz pensable, de la manera mas paranoica que yo misma pudiera imaginar.
Ni ver a mi hija prepararse para un cumpleaños de quince, mientras yo le rizaba el cabello, con total concentración en mis manos y esos hilos dorados que tomaban formas tan fácilmente¡
Ojalá pudiese logra lo mismo con mi cabeza, con esa corriente interior habituada a enfrentar obstáculos dignos de tamaña destreza.
Pero ahora se trata simplemente de parar y detenerme a ver a mi gata, que me toca con su patita, y se me mira con sus ojos inexcrutables como pueden serlo solo los ojos de los gatos. Se trata quizás de esperar que baje la marea, ante esta avalancha interior que me dejó el trabajo de tantos meses.
Entiendo ahora porque a veces tememos encontrar la solución a un problema difícil. 
Nada mas incontrolable que la energia puesta al servicio de un amo que no es el del deseo sino el del temor y la autoconservación.
Ahora me dedico a respirar lentamente, mientras miro y trato de lograr que mi mundo vuelva a ser esta casa por la cual luché tanto, este día de sol y de verde, que mi conciencia considera una bendición pero la autómata que ha puesto a funcionar el miedo, es difícil de conformar.
El miedo pide siempre más. Pide recuerdos de errores pasados, ancestrales, hasta inventados. Exige sometimiento con promesas de vida torturada pero vida al fin.
La supervivencia es contraria totalmente a la vida. 
Si se establece como reina en mi misma, estoy perdida.
Por eso, las superficies de los colores me alivian, me devuelven los matices necearios para salir del blanco y negro.
Las músicas me sacan del golpeteo de las palabras que se manejan a su arbitrio como si fuesen dueña y señoras.
Encontré una solución, ahora estoy tratando de reencontrarme, antes de haber librado la batalla. Nunca se es la misma persona cuando uno ha salido vencedora de una guerra que pone en riesgo la cordura. Algo de la locura se adueña y nos pasa la factura.
Habrá que juegar como cuando niña, y burlarme de dia de los cucos, y en la noche, entregarme confiada en mis ángeles guardianes. 
Ellos son pacientes, y no pelean. Solo esperan.

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