sábado, 18 de mayo de 2013


Ayer, cómo suele pasarme, de manera dialógica, o sea, en un ida y vuelta en face, alguien me habló de que sólo le daba cierto lugar de respeto a las palabras de LOS GRANDES. 
Esto me resultó llamativo. 
Me quedé pensando que sería esto de LOS GRANDES.
Entendí, eso creo, la idea de esta persona que comentaba un post mío donde yo, a mi vez, comentaba una idea de alguien muy conocido. ¿UN GRANDE?
Pero me pregunté, como suele ser mi costumbre, ¿QUE ES SER UN GRANDE?
Cuales son las características para entronizar a alguien en ese lugar donde podemos ESCUCHARLO HABLARNOS, DECIRNOS, sobre todo, porque esos grandes generalmetne ESTÁN MUERTOS YA. 
Entiendo la necesidad que todos los seres humanos sentimos de líderes, de GRANDES a quienes escuchar, a quienes creer, y hasta, a veces, a quienes TRAICIONAR, algo fundamental también. 
Lo que no llego a comprender es el límite que hace de alguen UN GRANDE. 
Finalmente, entre todos los criterios posibles, variados y particulares, se me ocurrió el más central de todos, LOS GRANDES ESTÁN MUERTOS, SON MUERTOS.
Y los muertos no pueden ser confrontados con sus propias palabras más allá de su letra, lo escrito. 
LOS MUERTOS ESTÁN A NUESTRA MERCED. POR ESO LOS ENTRONIZAMOS COMO GRANDES.
El carácter de GRANDE tiene algo que ver con la imposibilidad de que se produzca eso que yo llamo un proceso dialógico. 
El diálogo con un GRANDE es siempre muy desigual, por su propia estructura.
Es el que lee, el que recibe, "el pequeño", el que da forma a lo que dice EL GRANDE.
Por lo tanto, creo que hay momentos en que el lugar de LOS GRANDES sería bueno que lo ocupásemos los vivos, los aún no muertos pero capaces de ESCUCHAR sin réplica, sin acotación, pero sin tener que dejar la vida en el intento.

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