jueves, 20 de octubre de 2011

CAMILA Y LA ESPERA


CARLOS PAEZ VILARÓ

El teléfono no sonaba. Y ella esperaba, como si el reloj se hubiese encaprichado en detenerse en las tres de la tarde. Y no pasaba de allí. A lo sumo tres y cuarto.
No había caso. Nada. No la iba a llamar, y ella otra vez iba a sentir esa sensacion de vacío que la invadía cada vez que lo esperaba, y no daba señales de vida.
Porque tenía que sentirse así, como si su vida se pendiese de los hilos que movía él, siempre ajeno, siempre sordo.
La tarde se fue haciendo una nochecita primaveral, y CAMILA se entregó a la resignación de las tardes de glicinas y sin besos.
De pronto, sonó el timbre. Miró con desconfianza, por la ventanita del baño, que da a la calle, y vió un hombre parado frente a la puerta. 
-Quien será? No espero a nadie ya. Que plomo¡¡¡ 
Sí, que necesita? 
-Perdón, estoy buscando la casa de la señorita CAMILA EXPÓSITO. 
.Sí, soy yo. Que necesita?
-Ah¡¡¡ Que suerte¡¡¡ Realmente siento que esto tenía que ser así. Mire, yo soy pariente suyo, en realidad, ud es la hija de MAXIMO, amigo de mi padre. Y éste falleció hace ya un mes y me dejó un encargo: esta carta. 
Yo quería cumplir con éste último pedido de mi padre. Después de todo, es lo menos que puedo hacer. Y ahora que la veo a Ud. me doy cuenta que no pudo tocarme mejor suerte que contactarme con ud. 



OTROS TIEMPOS


Esto le resultaba a CAMILA toda una situación sospechosa. Por las dudas, no dejó que el joven mirase para adentro. 
Luego, mientras él buscaba entre sus bolsillos la carta, medio arrebatado por la situación que parecía perturbarlo, ella lo pudo contemplar a gusto.
Era joven, quizás algo mayor que ella, unos treinta y dos años. Y con colores suaves, ojos marrones dulces, expresión sensible. Manos largas y delgadas. 
-Bueno, es terrible pero  cuando un busca algo parece destinado a no encontrarlo. Acá está. Esta es. Tome. Y disculpe. No es mi intención molestarla. No quería que se asustase. Me voy. 
-No, no se preocupe. Quiere tomar un café?. Viene del pasado, debe estar cansado¡¡¡
-jajajjajja. Si, es verdad. Algo del pasado está en este ambiente. Yo recuerdo esta casa...
- Estuvo acá?
El sintió que había cometido una imprudencia. Pero ya era tarde. 
- sí, estuve de chico. Vos eras también muy chica. Tanto que ni te identifico en la nena de trenzas rubias, y ojos azules...
Lo decía de manera nostálgica. 
-No te recuerdo. Mi padre murió hace mucho ya. Y la verdad es que mis recuerdos son pocos y del un momento determinado, no recuerdo nada. Mi madre estuvo muy enferma y sé que eso me afectó Ella me lo contó después. Murió un poco después que papá. Y dejó millones de incógnitas. 
-Noemí, la conocí. Era una bella y dulce señora. La recuerdo. 
-Pasá, finalmente parece que tenemos toda una trama de vida en común. 



REENCUENTRO


Adentro la casa estaba iluminada frente al atardecer que se fue transformando en un ocaso estrellado. Salieron al patio, fresco y allí CAMILA sirvió un café. No se animó a una cerveza. Le pareció poco indicado con un desconocido. 
Se miraron, y ella notó que la mirada del joven se desplazaba como recorriendo lugares esperando que sus ojos los redescubrieran. No ajeno a esa casa. Eso era evidente. 
Como podía ser que no lo recordase?
- Es que muy chico mi papa nos llevó a vivir a ROSARIO, y ya no volvimos casi nunca a la capital. Extrañé este lugar. Mi padre me hablaba con frecuencia del jardín de glicinas, de las primaveras en el patio... 
- Siento algo extraño. Es como si ud hablase de esta casa que habito como si yo fuese la extraña, la ajena.
- No, de ninguna manera, simplemente son impresiones. Sabe? En la actualidad escribo. Eso me ha ayudado a recuperar muchas cosas que creí enterradas, y entre ellas, sus ojos, los que he registrado en varias poesías. 
Camila no entraba en sí de asombro. Poco a poco su ser todo se fué encendiendo con la voz del joven. Y de repente, ya nada hacía falta. 
La casa estaba completa. 
-Perdón. Me voy un momento....
- Si, perdón, yo igual ya me tengo que ir. He abusado de su educación. 
Se levantó y se puso de pié, mirando una vez más, como pretendiendo aferrar con la mirada cada cosa, cada mueble, cada adorno de porcelana. Y no se animaba a hacer lo mismo con ella, CAMILA. Por eso se llevaba un poco de todo el misterio que la rodeaba. 
.Bueno, fue un gusto conocerlo. 
- Reencontrarla es para mi un premio para el que creí estar preparado, sin estarlo. Le pido disculpas por mi torpeza.
Se levantó y se deslizó hacía la entrada, como huyendo. Rapidamente la miró y dió vuelta, desapareciendo en la noche descaradamente azul y dorada. 




LO QUE NO PUDO SER.


Camila abrió el sobre y miró un viejo papel amarillento Letras prolijas, con caracteres tan bellos como copiados por un copista medieval. 
Allí había algo extraño, al final, algo por lo cual no tuvo que leer esa nota tan accesible, y que la esperaba hacía tanto tiempo. 
Decía "adiós querida hija mía". 
Nada más quiso ver. Ni saber. Cerró el sobre. Supuso el resto. Siempre supo que su madre era una mujer misteriosa, que se llevó bien llevadas sus secretos con ella, donde no pudieran tocar a su hija. 
Rompió el sobre y la carta. La tiró a la basura.
Y luego, prendiendo un cigarrillo, volvió a disfrutar de añorar su ausencia, de la compañía de esa ansiedad, cada vez que él no estaba con ella. 

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