Estoy triste. Mi tristeza está tomando lentamente todos los espacios que resistían hasta ahora.
Espacios del amor, y del recuerdo, del esparcimiento, del placer, y del aburrimiento. De la credulidad vana e ingenua.
De la inocencia.
Espacios de curiosidad y de sosiego.
La pena señora es ahora, ya no lo niego.
Corona le he puesto de reina a mi aflicción, porque ahora reina.
Corona de nacar triste y tibio aún de palpitar tu ausencia.
Hasta ahora no la dejaba avanzar.
Luchaba como un barco que se hunde, y no obstante, pone vallas ingenuas.
Mas ahora ya no más.
Abro las compuertas a la pena. Le entrego el tímón de mi nave, para poder reposar en algun lugar mi sombra plena.
Pena que me inunda, me moja, y merodea los ambitos por donde suelo transitar.
Tristeza que se juntó de golpe con todas las pequeñas penas antiguas, y las viejas pesadumbres que pesaban de viejas.
Y entre todas han logrado que mis ojos se asemejen a una pecera.
Dos peces oscuros y absortos, se mueven a traves de las lágrimas. Las lágrimas, incólumes señoras de este mundo de congoja.
Mis ojos son dos peces y mi corazón se ha vuelto sal.
Sal nada más, de tanta pena.
FELIPE NOÉ |
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