jueves, 15 de diciembre de 2011

LA VIDA EN UNA BURBUJA.


JOAQUIN SOROYA

Y de repente vió que se empezaba a mover el piso, donde estaba parada, hablando con Elsa, por teléfono.
Se sorprendió. Es verdad. No sabía que allí también habían intalado esa forma de trasladarse sin que uno tenga que mover nada. 
Las nuevas peatonales te llevan puesto. Vos solo apoyás los pies y como si fuese la alfombra de ALADINO despegás de tus referentes. 
No digo del suelo porque éste hace rato que lo hemos dejado de tener en cuenta.
Nadie hace cable a tierra en este mundo. La gente vive mirando para arriba, mientras pisa lo que hay abajo sin ninguna consideración. Es la forma de poder vivir en medio de toda esta crisis que dejó horribles seres desarrapados arrastrándose por la calle, por los suelos inmundos de este nuevo fenómeno que se ha instaurado en este último año, el 2020.
Aun se acordaba Marina, ella con ese nombre tan fuera de moda, cuando se desató definitivamente el cordón que unía a los del abajo con los de arriba. 
Y los vehículos no volvieron a pisar el suelo ni para cargar combustible. Esto hacía rato que se podía hacer en el aires. Como todo tipo de intercambio, evitando lo horrible del espectáculo de la pobreza y la degradación. 
Eso sí, no estaba todo solucionado como parecía. Allí estaba Elsa, al celular, gritando sin que Marina lograse decifrar que quería decir.
Algo acerca del suelo. No entendía. 
-Marina, te ruego que mires para abajo, mirá abajo de tu nave que me vas a ver. No seas tan boluda, es cierto que nos dicen que no tenemos porque mirar para abajo nuestro, que hay que mantener una actitud positiva y el que se cayó por algo será...Marinaaaaaa¡¡¡¡ 
Marina estaba cansada. Esta mujer, su amiga de chica,era muy torpe. Siempre se metía en problemas. Ahora con esto de que abajo estaba lleno de seres humanos a los que nadie ayudaba y todas esas cosas negativas, que ya les vivían advirtiendo los psicologos que no tuviesen en cuenta, ya que era una mentira de los grupos ultraambientalistas que querían volver a la vida pasada, cuando había casas al ras de la tierra. 
Como si no fuese mucho mejor esto de tener todo a mano, con un llamado telefonico y ni siquiera el contacto molesto del cuerpo del otro. Virtual, como le decían en los comienzos de esta era...
Pero ya se había acabado la violencia, los crímenes, el maltrato. La gente se comunicaba solo por internet, y si una relación no funcionaba se bloqueaba y listo. 
Indudablemente había cambido mucho la sociedad. El concepto de amor era otro. Nada de esas relaciones primitivas que terminaban de manera mas primitiva aún, con divorcios y golpes, gritos, chicos desesperados...
-Marinaaaaaaa. Por favor, mirá para abajo, acá estoy, justo abajo tuyo....¡¡¡¡ Si no me tirás una cuerda rápido creo que me matarán. Veo cosas extrañas acá. No sabés lo raro que es esto de tocar el piso¡¡¡¡
Marina cerró el celular. Era buena mujer ELSA, pero no estaba de acuerdo con esos sórdidos criterios suyos, pseudo solidarios, siempre dudando de lo que dicen los que saben, los orientadores sociales, y buscando corroborar por sí misma eso de los crímenes de los locos, los que no piensan igual, y toda esa locura. 
Después de todo, ¿para que mirar hacia abajo? Arriba se está bien. Siempre y cuando uno no se caiga, pague lo que le pidan para estar en el aire y conectada, todo es mucho mejor que en otras eras...
Algo en su interior le hizo un coletazo en el pecho. Recordó de pronto a JAVIER. Él se fué abajo y no volvíó. Aún lo extrañaba un poco. Fue su último contacto físico. 
Hoy en día todo eso era como un espejismo. Pero un espejismo que aún a veces, en noches de verano, le erizaba la piel. 
EN fin, sigamos con la rutina de ir de paseo.
Y Marina suguió parada por la peatonal, viendo pasar la vida en un gran plasma, donde mostraban las bondades de una vida sin fisuras en las alturas. 

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