
Para seguir siendo persona y no pasar a la categoría de los objetos, es necesario estar pendiente del momento justo en que se pierde el borde entre nuestro deseo, que se nos adelanta siempre, y lo que tenemos agarrado de la mano, y no queremos soltar.
Ser persona consiste en un acto de total desapego con respecto a los objetos y situaciones y hasta de las personas que se erigen en exclusivas e indispensables.
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